Volumen 13 - Nº 75
Junio - Julio 2003

Perfil
Roberto DaMatta

Antropología sin hipocresía

Podría haber sido cantante, arquitecto y hasta sacerdote, pero se convirtió en el antropólogo contemporáneo más leído del Brasil. Tal vez no fue del modo en que él lo planeaba y, sin embargo, Roberto DaMatta alcanzó el sueño de ser escritor: el joven que llenaba cuadernos con relatos de ficción es hoy el cuarto autor más citado en los trabajos académicos del área, apenas detrás de los pioneros Max Weber [sociólogo alemán (1864-1920)], Émile Durkheim [sociólogo francés (1858-1917)] y Pierre Bourdieu [sociólogo francés (1930-2002)].


                      Entrevista concedida a Raquel Aguiar
              (Especial para Ciência Hoje/ Rio de Janeiro)

En la universidad conoció a sus dos pasiones: Celeste, con quien está casado desde hace 40 años, y la antropología, a la cual lo introdujo Roberto Cardoso de Oliveira, uno de los pioneros en la etnología indígena. La obra más famosa de DaMatta –el ya clásico Carnavais, malandros e heróis– marca, por una parte, el abandono de la temática indígena a la que el autor se dedicó durante 15 años y, por otra, es la recuperación del abordaje culturalista en la antropología brasileña, dominada en ese momento por la perspectiva marxista, y no marxiana como el antropólogo pone énfasis en destacar.

Ya en su primer libro, Ensaios de antropologia estrutural de 1973, DaMatta revela la intención de buscar lo que hace al brasil, Brasil. En medio de una amplia versatilidad temática, que incluye desde la literatura del norteamericano Edgar Allan Poe [1809-1849] hasta la panema, un sistema amazónico de creencias basado en la mala suerte, el autor intenta comprender el dilema y las zonas de mediación entre el brasil minúsculo, de las leyes y normas oficiales, y el Brasil mayúsculo de la cultura o, si se prefiere, BRASIL todo con mayúscula. En la búsqueda de aquello que define al país como una sociedad relacional, marcada por zonas de tránsito entre el brasil oficial y el Brasil personal, DaMatta estudió las huellas de una cultura hasta entonces despreciada por los académicos como la viveza (malandragem), la manera de ser (jeitinho) y el discurso autoritario del ‘¿Usted sabe con quién está hablando?’.

Un arlequín que quería ser vaquero

Roberto Augusto DaMatta nació el 29 de julio de 1936 en Niteroi. Su padre era bahiano, de Salvador, y su madre del estado de Amazona; se conocían desde la infancia pues eran hijos de viudos que se casaron. El padre estudió derecho pero trabajaba como fiscal de consumo, una profesión ya desaparecida que consistía en cobrar a las fábricas un impuesto sobre las ventas. Debido al empleo del padre, Roberto y sus cuatro hermanos vivieron en Manaos, Maceió, Belo Horizonte, Juiz de Fora y San José Nepomuceno (Minas Gerais).

Lulita –el apodo cariñoso de María de Lurdes– ejerció una influencia determinante sobre su hijo. Cada atardecer, Roberto acostumbraba a cantar mientras el padre, sentado en una mecedora, admiraba en silencio a su esposa que tocaba el piano. Heredó de la madre no solo el gusto por la música –que iba de lo erudito a lo popular– sino también por el carnaval. Recuerda haberse disfrazado de arlequín junto con sus hermanos: ‘pero prefería ser vaquero o piloto’, confiesa entre risas.

Otra influencia fundamental que ejerció la madre, tal vez la más definitiva para su elección profesional, fue la de transmitir un fuerte sentimiento de desarraigo. ‘Ella siempre estaba incómoda en los lugares donde vivíamos’, recuerda. ‘Decía que sentía nostalgia por Manaos, hacía comidas típicas. Allá éramos de la elite, mi abuelo había sido juez del tribunal de justicia, ministro de la Corte Suprema. Mi mamá sentía nostalgia por la posición social y tenía una cierta visión de que éramos emigrantes, relativamente marginales. Eso me llevó a interesarme por los temas sociales.’

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