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Volumen
11 - Nº 66
Diciembre 2001 Enero 2002 |
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Las enfermedades de los animales, como las de los humanos, se dividen en infecciosas y no infecciosas. El concepto de infección indica una relación entre dos seres vivos. Una enfermedad infecciosa en humanos o animales es una alteración de la salud causada por un organismo extraño, por lo común un microorganismo. Por infección se entiende el proceso por el que el organismo invasor o parásito ingresa en el cuerpo del que lo recibe, llamado hospedador o huésped, y la reacción de este a su presencia o a las sustancias tóxicas o toxinas que produce, de modo independiente de que la salud del huésped se vea afectada. (Una infección que no afecta la salud se denomina subclínica.) Un animal o una persona pueden, pues, estar infectados y no padecer una enfermedad infecciosa. Eso es lo que sucede, precisamente, cuando se aplican vacunas preparadas con organismos vivos o modificados: estos provocan infecciones leves –que no ocasionan una alteración perceptible de la salud o, por lo menos, no causan el estado clínico de enfermedad infecciosa– y ponen en marcha en el infectado mecanismos de defensa (como la generación de anticuerpos) que lo protegerán o incluso le dan inmunidad a la enfermedad. Como el parásito que causa la infección puede pasar de un huésped a otro, las enfermedades infecciosas se pueden contagiar. Las no infecciosas, en cambio, causadas por la herencia o por factores ambientales, no se propagan de un enfermo a otro, es decir, no son contagiosas.
Los agentes que provocan las enfermedades infecciosas, o agentes patógenos, son muy variados. Los más comunes son los organismos microscópicos o submicroscópicos, como los virus, las bacterias y los protozoos, popularmente llamados microbios. También hay parásitos que no son microorganismos, como los ácaros, apenas visibles, o los helmintos o gusanos, que pueden superar el metro de longitud. Tienen en común que dependen, para cumplir todo o parte de su ciclo de vida, del organismo que parasitan. Un virus, por ejemplo, debe introducirse en una célula viva para sobrevivir y reproducirse; hay bacterias que pueden hacerlo por un tiempo en material inerte, mientras que los helmintos pueden existir de forma independiente por parte de su vida. La capacidad de causar enfermedad o patogenicidad, sin embargo, no es función del tamaño del organismo patógeno: el virus de la poliomielitis, por ejemplo, solo mide unas 25 millonésimas de milímetro. El grado de patogenicidad se denomina virulencia, la que depende tanto de las características del parásito como de la habilidad del huésped para defenderse. Un parásito puede ser muy virulento para determinado huésped e inocuo para otro.
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