Volumen 21 - Nº 126
Abril - Mayo 2012

Mercedes C Weissenbacher
Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires

Marta S Sabattini y Delia A Enría
Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas Julio Maiztegui, Pergamino

 

La vacuna contra el mal de los rastrojos

 

żDE QUÉ SE TRATA?

Producir una vacuna que proteja de una enfermedad desconocida es tarea compleja y delicada, que lleva largos años. La historia de la vacuna contra el mal de los rastrojos o fiebre hemorrágica argentina lo confirma.

La historia del mal de los rastrojos comenzó en 1955 cuando Rodolfo Arribálzaga (1912-1985), un médico de Bragado, describió los primeros casos de una enfermedad aguda desconocida que había detectado en pacientes de esa zona, en especial en jóvenes trabajadores de la cosecha gruesa, es decir, de maíz, sorgo o girasol. La mayor incidencia del mal se producía entre abril y julio, momento en que se había realizado esa cosecha y los cultivos estaban en etapa de rastrojo. De ello resultó la denominación mal de los rastrojos.

Como entre los síntomas predominaban la fiebre y las hemorragias, se difundió más tarde el nombre fiebre hemorrágica argentina. Hoy se usan ambos. En aquella época no se empleaba la actual expresión enfermedad emergente, que ahora se aplica a dolencias desconocidas cuando son diagnosticadas por primera vez. En esos términos, en la década de 1950 el mal de los rastrojos fue una enfermedad emergente.

Se trata de una afección severa, de comienzo gradual y sin síntomas iniciales distintivos, por lo que las personas no toman fácilmente conciencia de haberla adquirido. Es también de corta duración, con cerca del 80% de pacientes que superan rápidamente una fase aguda y se recuperan luego de una convalecencia prolongada. Pero en algo más del 20% de los enfermos, en torno a la segunda semana de la aparición de los síntomas se producen hemorragias y trastornos neurológicos graves, a menudo de efectos mortales.

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Pág. 8-13