Volumen 8 - Nº43 -Nov/Dic 1997

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Revista de Divulgación Científica y Tecnológica de la
Asociación Ciencia Hoy

CIENCIA Y SOCIEDAD

¿Deben existir los Zoológicos?

Juan J. Morrone1 y Adrián Fortino
1Laboratorio de Sistemática y Biología Evolutiva,
FCN y Museo, UNLP

¿Qué sentido tienen los zoológicos en el mundo de hoy? ¿Son campos de concentración de animales? ¿Son el único recurso que permitiría salvar de la extinción a ciertas especies amenazadas, como ya sucedió en varios casos?

¿Son instituciones cientifico-educativas o sólo centros de esparcimiento?


Los jardines zoológicos son, por definición, parques públicos en los que se exhiben animales cautivos, principalmente para recreación y educación. El cautiverio de animales salvajes data de la antigüedad. Hace 3000 años, el emperador chino Wen Wang hizo construir un gran "parque de la sabiduría", donde exhibía rinocerontes, tigres, ciervos, antílopes, aves y serpientes. Su lejano sucesor, Kublai Khan, en el siglo XIII de nuestra era, continuó con la tradición de construir jardines zoológicos, que fueron conocidos por Marco Polo, el viajero veneciano que descubrió el Oriente para los occidentales.

En el siglo IV a.C., las expediciones de Alejandro Magno llevaron animales de numerosas especies a Grecia. Los romanos continuaron con la costumbre de mantener colecciones zoológicas, pero con el objetivo de proveer animales a espectáculos circenses. El entusiasmo por estos era tal que los primeros tigres llevados a Roma, regalo de un rajá indio a Cesar Augusto, terminaron muertos en la arena. El emperador Trajano celebró la conquista de Dacia con 123 días consecutivos de juegos, durante los cuales se sacrificaron 11.000 animales (leones, tigres, elefantes, rinocerontes, hipopótamos, jirafas, cocodrilos y serpientes). Estos "deportes" eran tan populares que casi todas las ciudades romanas poseían una arena y animales para abastecería.

Desde la edad media hasta el siglo XVII, los monarcas y señores feudales también reunieron colecciones de animales, como signo de poder. Una de las principales de Europa era la ménagerie de Chantilly, en Francia, que persistió por dos siglos y fue destruida durante la revolución francesa. Durante el Renacimiento, el interés por los jardines zoológicos aumentó porque, con la conquista del nuevo mundo, llegaron a Europa numerosas especies desconocidas. Los españoles conocieron en México un espectacular grupo de animales tropicales reunidos por el emperador Moctezuma en Tenochtitlán.

Los primeros jardines zoológicos modernos fueron instalados en Viena, Madrid y París, en el siglo XVIII. En 1793 se estableció en París el Jardin des Plantes, acondicionado más tarde según los principios de la revolución francesa, que lo convirtió en el primer zoológico popular. Lo siguieron el Regent's Park Zoo de Londres (Figs. 1 y 2), creado en 1826, y el zoológico de Berlín, construido en el siglo XIX. En los Estados Unidos, a fines del siglo XIX se inauguraron numerosos jardines zoológicos: el Central Park Zoo de Nueva York (1864), el de Chicago (1868), el de Philadelphia (1874), el de Washington (18870 y el Bronx Zoo de Nueva York (1889).

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Fig 1
Boleto de entrada al zoo de Londres, fines del siglo pasado

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Fig 2
Casa de los reptiles del zoo de Londres (1883)

En la Argentina, los principales zoológicos fueron instalados en Buenos Aires, La Plata, Córdoba y Mendoza. El primero data de 1888 y su creación se debió a Carlos Pellegrini, quien escribió al intendente de la ciudad de Buenos Aires desde Europa, en 1883: No hay ciudad de mediana importancia que no tenga un zoológico, que es el punto favorito de reunión de las multitudes. Luego de unos años, la municipalidad porteña creó uno en Palermo y designó como su primer director al naturalista Eduardo Ladislao Holmberg. Inicialmente, a la usanza de la época, los recintos destinados para los animales eran pequeños, como celdas carcelarias, mientras la mayor parte del espacio estaba destinada a los visitantes. Tenían características arquitectónicas que evocaban libremente el país de origen de los animales; con el tiempo, esas construcciones adquirieron valor histórico y, donde se conservan, añaden un interés cultural a la visita al zoológico. A partir de la gestión de su segundo director, Clemente Onelli, el zoológico de Buenos Aires no sólo avanzó en jerarquía científica sino que también adquirió un sentido didáctico, con la colocación de carteles explicativos, que hicieron aumentar notablemente el número de visitantes -pasaron de 1500 a 15.000 en un año-. Luego de una larga historia como zoológico municipal, en 1991 pasó a ser dirigido por manos privadas, las que iniciaron una serie de cambios promisorios basados en el concepto de eliminar las rejas y convertir los grandes recintos en ambientes más parecidos a los naturales.

En el mundo hay actualmente más de quinientos zoológicos -sólo en los Estados Unidos alcanzan los ciento cincuenta-, los que albergan a más de medio millón de animales de unas 3000 especies de vertebrados (principalmente, mamíferos y aves) y reciben más de veinte millones de visitantes por año. La institución zoológico fue cambiando conceptualmente con el tiempo, y con ella variaron sus instalaciones, incluyendo la organización del predio, la arquitectura, la señalización, etc. En las primeras décadas de este siglo, los zoológicos tenían pequeñas jaulas, con carteles que proporcionaban escasa información acerca de los animales encerrados. El zoológico se concebía como un sitio de entretenimiento, concepción que fue evolucionando hasta llegar a la actual, según ella los zoológicos constituyen verdaderos centros recreativos, educativos y científicos. La nueva concepción otorga a los animales mejores condiciones de vida, tiende a eliminar de modo progresivo las jaulas, les concede más lugar y busca crear ambientes que se asemejen a sus hábitat naturales.

Muchos zoológicos actuales, luego de definir para sí una nueva imagen global, han puesto en práctica programas de comunicación institucional con el público, para informarlo y persuadirlo, con lo que han entrado en el mercado para competir por los favores de la gente, como lo hace la mayoría de las empresas. Con el propósito de adquirir esa imagen renovada que los zoológicos desean tener, procedieron, principalmente, a rediseñar sus espacios, ordenándolos según distintos criterios, para lograr identidad y diferenciación. Algunos apelaron al orden taxonómico, es decir, agruparon a los animales según su clasificación zoológica y parentesco; así, pusieron juntos a los félidos (leones, tigres, leopardos, jaguarundis y otros gatos), a los grandes simios (gorilas, chimpancés y orangutanes), etc. Otros los ordenaron por su distribución geográfica (la fauna de Sudamérica, de Oceanía, etc.) o por los grandes patrones ambientales (animales de selvas, desiertos, bosques de coníferas, etc.). Estos esfuerzos clasificadores buscan ante todo educar y entretener al visitante, e incitarlo a realizar una visita activa, para la cual los zoológicos recurren a una señalización que sugiere la manera de recorrerlos.

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Fig 3
Algunos pictogramas que permiten ubicar a los animales en el zoológico de Washington

Algunos -por ejemplo, el zoo de San Diego -proponen la simulación de viajes o safaris por ambientes naturales, realizados mediante variados medios de transporte en los que el público, conducido por un guía que relata cómo conviven las distintas especies, recorre grandes extensiones con animales que habitan en condiciones cercanas a las de la vida silvestre (se dice que están en semicautiverio o semilibertad).
Además de las características visitas guiadas, los zoológicos actuales ofrecen toda una gama de servicios para hacer más grata la estadía de los concurrentes y, a la vez, generar recursos económicos: folletos, que se otorgan o venden al ingresar, con un plano que permite definir el itinerario y encontrar a los animales favoritos; nomencladores dispuestos en lugares estratégicos, reforzados por señales diseminadas por los senderos, que orientan y ayudan a localizar las especies; pictogramas de animales o siluetas simplificadas de fácil reconocimiento por los niños (Fig. 3), que indican, por ejemplo, una cebra o un oso panda (como existen en el zoológico de Washington).
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Fig. 4
Espectáculo con lobos marinos (Otaria flavescens) en el jardín zoológico de Buenos Aires.

También hay casos en que en los caminos se han simulado coloridas huellas de animales, que conducen directamente a ellos (como en el zoo de Minnesota). Para ilustrar acerca de cada animal, se suelen colocar carteles que consignan su nombre científico, nombres vulgares, clasificación zoológica, hábitat, alimentación, comportamiento, distribución geográfica, si la especie corre peligro de extinción, etc. Dispersos por el zoológico, los visitantes encuentran puestos o locales de alimentación, bebidas, libros, recuerdos diversos, etc., y pueden comprar bolsas con alimentos específicos para cada animal, que tienen también la función de proporcionar más datos al interesado. Uno de los instrumentos más importantes de la comunicación de los zoológicos con el público es el diseño gráfico, que usa formas, colores, tipografías, estructuras, materiales, etc., para transmitir distintos mensajes y generar la mencionada imagen global.

Volviendo al titulo del artículo, ¿deben existir los jardines zoológicos? Las opiniones están divididas. Hay cuatro argumentos principales a favor de una respuesta afirmativa: entretenimiento, educación, investigación científica y preservación de especies en peligro de extinción. Hay uno en contra: los humanos no tienen derecho a privar a los animales de su libertad.

El entretenimiento fue una de las razones del establecimiento de los primeros zoológicos modernos y hoy persiste como una de sus funciones. La mayoría de la gente que visita un zoológico lo hace para entretenerse, por lo que hasta las más respetadas instituciones ofrecen algún espectáculo con animales entrenados (Fig. 4).